Cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de poder revelarnos como la mejor versión de nosotros mismos...
y este proceso no tiene fin porque es permanente porque no somos solo lo que sabemos y sentimos sino lo que estamos dispuestos a aprender y a sentir.
Porque cuando nos permitimos no ser perfectos es cuando empezamos a autorizarnos tropezar, tomamos conciencia de que realmente no sabemos todo, ni conocemos como es la realidad, solo conocemos nuestra percepción e interpretación de los hechos, una parte de la realidad, otros pueden darle otro sentido totalmente diferente y es en ese punto en el que nos atrevemos a cuestionarnos y a revisar nuestras interpretaciones...
Entonces empieza la transformación y... la maduración.
¿Cuando termina este proceso? Pues es un proceso que no tiene fin.
Es un proceso de mejora continua en todos los ámbitos de nuestra vida. Es mantener vivo el espíritu de superación siempre con uno mismo, es atreverse a cambiar sabiendo que ese cambio es para mejor, que ese cambio forma parte de un proceso de maduración que es necesario para entender que no todo tiene que ser perfecto para que uno sea feliz, que los tropiezos de la vida no nos tienen que hacer retroceder sino aprender y aprender es ir madurando.
Hay personas que se niegan a madurar, se niegan por lo tanto a crecer, a mejorar, a aprender…
¿Cuales son las posibles razones? No maduran por:
- Por miedo a enfrentarse a otras ideas… a otras realidades, al cambio.
- Por miedo a enfrentarse a la tarea de conocerse y reconocer los defectos, porque todo proceso de cambio es un proceso de valentía y responsabilidad, de ser valientes al reconocer lo que somos y de ser responsables de aceptarlo y mejorarlo.
- Al vivir sin madurar, vivimos sin crecer, somos como niños sin madurar sin problemas……Aunque el precio que tenemos que pagar es la DEPENDENCIA; nos hace dependientes, de situaciones, de personas…. Nos hace vivir sin retos, sin objetivos propios… Sin decidir…
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